Poesía. Todo es poesía alrededor. Cuando leemos a Alexis Romero presentimos que lo que nos quiere decir es que si miramos atentamente, todo está rodeado de poesía; las calles y lo cotidiano son el pan que da de comer a la imaginación y a la disciplina, recorrer la urbe y entregarse al caos, a una tormenta en silencio. Su poemario demolición de los días es una muestra de atención, una crítica al tiempo que se lleva todo consigo (incluso nuestra ciudad), escribir para recordar un momento, eso es este libro. “sentarse en estos asientos es dejar media vida” dice Romero, trayendo la nostalgia de los días que se fueron, los días que volverán cuando uno ya se haya ido; esta reflexión es sólo una postura de las tantas (conductas psiquiatritas) que Caracas sufre, la ansiedad del pasado. Vivimos pensando en lo que sucedió y lo que perdimos, pensamos que siempre todo sucederá y aún así algo perderemos. Es un pensamiento caraqueño, el del ciudadano mayor, el de la memoria. Pero no sólo somos eso, somos una “ciudad que se hunde en los pies de sus muertos” una ciudad cruda y agresiva, que mata para no temer. Una ciudad con una ley bien escrita: Cuidarse de una bala y ser feliz al mismo tiempo. Somos extremos desde la óptica de un poeta.
Cuento. El no ciudadano. Si nos basamos desde el punto de vista ciudadano de Armando Silva, en el que explica que todo ciudadano tiene una visión de su ciudad, basada en su experiencia con la misma, el no ciudadano vendría a ser como la antipoesía de Nicanor Parra, parte esencial para que exista un todo. La ciudad no sólo es el día y la noche, es también la zona en el tiempo que no conocemos y que posee lugar, ese lado oscuro de la luna. Una realidad que excede al ámbito ciudadano es
Ensayo. Los anales de la memoria están hechos de concreto. Más allá de lo rápido que vivamos y queramos olvidar, la memoria de la ciudad está en la misma ciudad. Sus calles y edificios de antaño nos muestran una óptica (y volvemos con la óptica) pasada, sin críticas, objetiva de lo que fue, el que la vea puede juzgar la condición. Federico Vegas en su libro de ensayos La ciudad y el deseo, en su apartado de la ciudad y la arquitectura, nos da una gran explicación de lo que es la memoria dentro de la ciudad: “Saber donde estamos requiere recordar dónde hemos estado. Insistir en borrar nuestro pasado es hacer el presente cada vez más inasible”. Visto así, somos lo que fuimos y eso seguiremos siendo, pero acá entra el empeño en cambiar forzadamente nuestro carácter que tanto costó tener, ya las plazas no son para sentarse en las tardes, los parques dejaron de ser diversión obligatoria de fin de semana, ni las misas lugar de redención; esto ha sido suplantado por centros comerciales, clubes y un fin de cosas más que se convirtieron en el nuevo paradigma de idiosincrasia del caraqueño. Pero la memoria siempre está ahí, en el edificio que ahora vive sólo y se tiene que hace la comida el mismo, en
Esto es Caracas y es más, un sujeto que se hace el loco cuando le hablan del pasado y lo recuerda cuando le conviene, es la mezcla de un edificio de vértigo con un techo rojo, es el no querer habitarla pero permanecer ahí, o como dice Sabina: “una novia borracha que te miente a cada rato”. El oficio del autor está en descifrar todo esto, vivirlo con un poco de euforia y luego sentarse a verlo con calma. No queda otra, somos una ciudad de extremos.